(A mi padre: archipiélago)
De niños bromeábamos con que a su pierna se la había arrancado una ballena. Aunque Jonás, a pesar de vivir siempre salpicado por el Caribe, nunca se había embullado en meterse al agua tibia agitada por las olas. Una gran sopa, decía, un enorme e indiscriminado baño público donde la gente se ponía en remojo para secarse o, nunca mejor dicho, para mojarse el sudor con más solución salina (sal con sol es deporte de locos o de masoquistas o de lo que sean esos insensatos que se arrugan y escaldan a lo bestia). Y Nás, no se cansa de repetirlo, detesta los caldos, potajes y casi cualquier menjurje de esos que humean y hierven y chisporrotean ruidosamente derrochando burbujas. Con decirte que ni los frijoles negros. Apenas los garbanzos enlatados que él se apresura a colar, a sacarle hasta la última gota de agua turbia, para, a continuación, freírlos en aceite bien caliente con un par de dientes de ajo y alguito de perejil fresquísimo cuyo aroma se te aloja en la nariz. Qué va, el cojo extravió no sus pasos, sino el 74,35% de su pierna, en uno de los fusilamientos habituales en La Habana del sesenta. Junto a los demás, lo dieron por muerto. Sólo que el poseedor de ese nombre que lo liga inexorablemente a las ballenas supo desmayarse a tiempo y desangrarse levemente. Horas después, despertó en el depósito de cadáveres con la pierna cercenada por las balas que fallaron la femoral y otras partes vitales de su gruesa anatomía. Una prótesis de madera criolla (de yaití, para ser precisos, arbusto de la familia de las euforbiáceas alhajado por discretas flores amarillas, cuyo robusto blindaje impertérrito lo hace indispensable en la elaboración de vigas y horcones), con ingeniosa rótula de aluminio fabricada por un ortopedista alemán atrapado por la geni(t)alidad cubana, suplantó su pierna, sujeta por gruesos correajes carmelitas al muñón del muslo y a un arnés metálico, rematado en cuero, que circunda su cintura y se extiende, mediante tirantes de nylon reforzado, a ambos hombros, garantizando un performance de locomoción bailoteante, a caballo entre un mambo demorado y un cha–cha–chá en foto secuencia.
–Coño, y yo que nunca cojeé de la izquierda.
Años después, en Mayami, su hija Norma, sujeto iniciático de mis
erecciones antillanas, disparará mis perversiones con la parafernalia que le
brinda, sin costo adicional, su profesión: uniforme azul oscuro, esposas,
casco, chaleco kevlar, máscara antigás y arma de reglamento. Nada que ver con
nuestros inocentes jueguecitos bajo el mantel cuadriculado de la mesa del
comedor familiar, donde yo le insistía en que playboy traducía juego
de niños y que, fíjate, allí, en las desgastadas páginas multicolores de
esa revista, todo el mundo aparece así, en pelotas. Ahora quien fantasea es
ella, forzando su propia línea argumental, salpicada siempre por el olor del
Caribe (atenuado por el air
conditioned), pero inspirada en adic(c)ión por la cerveza y el ron y la nicotina y el gin y el bourbon y el
cannabis –ora pronobis, in god
& dog we trust– sativa,
amén de la pornografía trasatlántica decomisada –god bless américa y nos libre de los vicios importados por exotic, ugly
foreigners en este home of the bush, land of foreigners free, but made by
foreigners que despojaron a los 1, 2, 3 little indians– (Fuck the foreigners, Fez ! PRONÚNCIESE CON ARTICULACIÓN
LABIODENTAL FRICATIVA, ASEMEJANDO LA EXPULSIÓN DE AIRE A TRAVES DE UN
IMAGINARIO INSTRUMENTO DE VIENTO,
PREFERIBLEMENETE CLÁSICO, NO ÉTNICO, PLEASE).
Enfrentado a muerte con Echarri y Corman, Nás era, además, compañero de
dominó de mi padre en sus partidas semanales, mientras el Bebo les hacía
relucir sus zapatos, a punta de paño, cepillo y betún recalentado con el
mechero portátil. El campo de batalla se situaba en la esquina de 23 y 12,
entre los partagás que se sucedían humo tras otro, intercalados por dedales de
café espeso, expresso, ex profeso, auténtica tinta china que animaba el
temple o templaba el ánimo de los contendientes.
–El dominó que se juega fuera de Cuba, ese
que muere con el doble seis, es para comemierdas...
–Así se habla, Miranda –terciaba el Bebo oscurecido aún más por el
betún– doblenueve es el que manda.
Un ciclón –ese fenómeno meteorológico que consiste en hacer girar una
porción considerable de viento sobre sí mismo, mareándolo después de hacerlo
succionar objetos de cualquier índole, árboles, personas, perros, gallinas,
techos, vacas, logrando que vomite luego cantidades exageradas de agua–
golpetea con desfachatez los ventanales de nuestro domicilio, intentando
convencernos de que lo dejemos entrar para renovar, enteramente a su aire, el
microclima de la vivienda. En uso del protocolo de la prudencia, nos negamos.
Edith, que así se llama este huracán específico, se entrompa ahora, bilingüe
que debe ser, hacia los pantanos urbanizados de Florida. Tal cual muchos otros
cubanos.
Aún en Mayami, dueño ya de su negocito de tapicería, Nás se niega a
cambiar su vieja prótesis por otra más ligera, ergonómica y aerodinámica, made
in yusa o güerever.
–Esta está como el primer día, incluso mejor,
porque ya está acostumbrada a mí, ya está domesticada. Esta pierna es como un
perro viejo, mañoso, sí, pero que siempre me acompaña. Y me trae suerte. Anda,
toca, toca yaití,
viejo. Madera cubana, de la buena, de la que ahora no crece. Aquí –dice Jonás mientras tamborilea sobre su
extremidad– se puede
interpretar una conga. Y la puede cantar Gloria Estefan o, si tú prefieres, una
guaracha de Celia.
–Santa Celia, carajo, quien debe tener al
barbudo de allá arriba tan loco como tenía al baboso cabrón de aquí abajo.
–Sí, a noventa millas más abajo.
–Oye, tú te imaginas el comité de bienvenida
que le deben estar preparando a Fidelio.
–Pero ése no va pa’ allá arriba.
–Qué va, cuando fulanito fallezca finalmente
se entierra de cabeza en el infierno.
–¿Junto a quién? A ver que tú dices...
–Lo sentamos al lado de...
–¿Lo sentamos? ¡Qué va, caballero, lo ponemos
a hacer cola, como en Cuba, con su libreta de racionamiento en la mano!
– ‘Ta bien, lo ponemos a hacer cola, socio,
pero sin racionarle su cuota de tormentos.
–Oye, pero qué mayor tormento para ése que
descubrir que no es inmortal, después de que los gringos, con toda su
tecnología, dólares y recursos no pudieron eliminarlo.
–Okey, ése es el comienzo. Ahora, la segunda
tortura debe ser observar, sin poder cerrar los ojos, la algarabía que se va a
formar en todo el mundo, ¡en todos los mundos, carajo!, para celebrar su
desaparición.
–¡Y Celia gritándole azúcarrrrrrr en el oído!
–Pero habrá que conseguirle a Celia un
salvoconducto, no sé, una visa, para que pueda acercársele al fantasma falaz y
reírsele en sus barbas mientras baila, canta y celebra.
–Tú no te me preocupes por eso, que la propia
Caridad del Cobre y su comité de balseros ya se están encargando del asunto.
–Bueno, pues me despreocupo entonces, pero
tenemos que decidir a quién le ponemos de compañeros en la cola del castigo.
–A ver qué te parece Jotaefeká, por
comemierda, por no haber podido extirparlo a tiempo.
–Eres un cabrón, pero estoy de acuerdo.
–También le ponemos a Camilo Cienfuegos.
–Aceptado, sobretodo para que hablen del
accidente aéreo donde nunca encontraron el cuerpo.
–Propongo al ché para que lo discursee.
–¿Siguiente en la lista?
–Se me está ocurriendo agregar adversarios
naturales...
–¿Verbigracia?
–Francisco efe.
–¿El Generalísimo?
–El mismo, con su vocecita aflautada de
Farinelli.
–Oyeme, se me esta viniendo a la cabeza la
imagen de un Fidel eunuco.
–Cual imberbe mudo.
–Y ése sin su oratoria está perdido.
–Se quedaría con el puro gesto.
–Un mimo enloquecido y no menciones a Marcel
Marceau, que ya te estoy leyendo el pensamiento.
–Ponle letra a las conversaciones tan amenas
que F y F sostendrían...
–Cotejando ideologías, himnos...
–Algo así como te cambio un cara al sol por
un patria o muerte, joderemos.
–Y lo peor es que uno parece hijo del otro.
–Eso está bueno como insulto: ¡ hijo del otro
!
–¡ Hijo del potro !
–¡ Hijo de putra !
–La putra madre que lo expatrió, el puñetero
de Fidel castró a Cuba hace más de 40 años y seguimos contando.
–Cantando encabronados
–Y volviendo a Fran(cis)co.
–Coño, que no se nos vaya a aparecer ese
fantoche, mira que era más flaco y feo que una furcia.
–Fidelista por desgracia de dios y falangista
por la gracia divina.
–Chiste malo.
–Francamente.
–Oyeme, Jonás, comiendo mierda como estamos,
¿qué te parece si la pierna esa zurda tuya, la que te quitaron allá en el
paredón de fusilamiento, te acuerdas, viejo...?
–¡Cómo no me voy a acordar, compañero, anda,
ven, toca yaití...!
–Bueno, Nás, toco madera y te convido a que
con aquella misma pierna le propines una patada en el culo a Fidel para que no
se le ocurra volver a este mundo.
–Acepto encantado tu proposición e intento,
con todas mis ganas, tomar posesión de aquella pierna, a pesar de que sea la
siniestra.
–Pero dale una patada que marque un gol.
–Y lo mando a pasear por cada una de las
extintas repúblicas socialistas soviéticas.
–Te espero en Siberia, vida mía, como
escribió Jardiel Poncela.
–Y que lo bese en la vodka Leonid Brezhnev.
–Pero que el Fidelito no regrese ni
reencarnado en puerco.
–¡No jodas, imagínate la indigestión de quien
se lo coma!
–Indigestión, alergia, erupciones, piquiña,
cagalera, pedorrea y unas pesadillas de siete pares de cojones.
–Que se quede haciendo cola.
–Esperando su turno eternamente.
–Hasta que se congele el infierno.
–Total, recuerda que, igualito que su nombre,
fin se escribe con F.
–Y la F no tiene la culpa.
–¡ Nooooo, qué va, fea culpa !
–Quinta consonante no puede ser mala.
–Doy fe: la F no es responsable.
–¿ Y tú qué dices, fulano finalmente flaquea ?
–Flaquea flácido y fatigado fenece.
–¿ Cual caudillo que en su lecho expira ?
–Afanosamente a destiempo.
–¡ Vaya, inspírate, insular !
–Ahí voy, vano
habanero: Fi(d)el sólo a sí mismo, finalmente fallece, fracasado en su fuero, totí
o aura tiñosa que no fénix, polvo y cenizas, atrapado en el fuego
febril de su falso festín fatuo.
–Pa’ fuego, el del
infierno y sus férreas pailas fehacientes que achicharran facinerosos
fanatizados por la fanfarria de su fraude fiero.
–La fobia fidelista
flota fluida y florece contra su finchado flagelo.
–Fundamentalmente, los
funerales fidelcastrenses fomentarán la felicidad al frenético flanco de su
féretro.
–Fiambre en sus
exequias, execrado por sus filios.
–Filoso filio de fusil,
fumador propagandista, aunque jamás como Groucho, humorista feliz que ahumaba
sus habanos en filmes fascinantes.
–El futuro, además, se
conjuga sin él, sin su hiel, y es que no quiero mentarlo en demasía, mira que
su firma es un imán de cosas feas.
–Figura funesta que ya
farfulla sus fonemas.
–Farsante de frondosa
fragancia fétida.
–Foca fosilizada por
los flashes de fablistanes foráneos
flagrantes de famoseo.
–Fetiche de su funesta
feligresía que le felicita, facilitándole una felación fucsia con fru-frú de
frambuesa.
–Afloja la ficción,
compai, y no fuerces la F, que eso te quedó de lo más cherna.
–Fístula de sí mismo,
borrada su fisonomía del firmamento, el castrante críminis finge una fimosis de
felicidad flemática, fecal y flatulenta.
–Oye, te me has puesto
fatalmente fisiológico, así que finiquita, fabulador frasquitero y fraterno.
–Figúrate, fanfarrón,
me agarras desprevenido, y es por ello que reitero y enriquezco mi fraseo:
faisán fugaz, faraón farandulero, faltrero fulminado por la fastuosa furia de
su folletín freudiano, Fidel finalmente fallece en su farallón, fracasado en su
fuero.