
jueves, 24 de julio de 2014
viernes, 18 de julio de 2014
domingo, 23 de marzo de 2014
domingo, 2 de febrero de 2014
CLON: narrativa
Contreras y Gutenberg son uno. La diferencia es que
Johannes es alemán y está muerto. El viejo Contreras, del que nadie sabe su
nombre de pila, empezó como guillotinero en esta imprenta de Sarría. Luego fue
linotipista, ilustrador, corrector de pruebas. Su cara arrugada contrasta con
su ausencia de canas. El glaucoma, en su caso, fue una bendición, ya que lo
ayudó a concentrarse aun más, si eso fuera posible, en los minúsculos detalles
y especificaciones de su oficio: sus ojos perdieron por completo la visión
perimetral, evitándole distraerse de todo aquello que pegaba frontalmente a sus
lentes de aumento y a su cuentahílos. En éste, su mundo tipográfico, Contreras
se mueve prodigiosamente. Sus dificultades comienzan al traspasar las fronteras
de la imprenta. Mi socio lo ha
convertido en un reo laboral, construyéndole un dormitorio con baño privado al
fondo del galpón. Así le evita enfrentarse a sus enemigos naturales: los
desniveles del piso y las escaleras que constituyen su fobia más profunda y
auténtico terror, desde que rodó por una, alevosamente empinada y sin
pasamanos, fracturándose la cadera. El Gutenberg vernáculo se resistió a
operarse durante un tiempo, tomando ron de culebra para soldar por sí solo el
hueso, cosa que no ocurrió. El bastón es una secuela de la intervención
quirúrgica a cargo del traumatólogo de turno en el seguro social y la prótesis
checoslovaca o coreana que no cumplía los requisitos adecuados. Cuando se rasca
con su ron añejo puro, el viejo impresor se caga en la madre de las escaleras,
los médicos, los fabricantes de prótesis y hasta en el alma de la culebra
fraudulenta que sabía a mierda.
Empezó como un reto. Estrenando el three-pack de ron
puertorriqueño que mi socio le trajo a Contreras. En la televisión reseñaban el
desmantelamiento de una imprenta clandestina donde falsificaban billetes de
cien dólares.
–Los agarraron por chapuceros. –suelta Contreras.
–¿A ti no te atraparían, viejo?
–Por mi trabajo, no, y tú lo sabes. Mis dólares serían
perfectos. Nadie podría diferenciar el original de mis impresiones. No jodas, y
con los maquinones que tenemos ahora. Ya hubiera querido yo esta tecnología
hace cuarenta años. No hay nada que no se pueda reproducir hoy día, desde
documentos de identidad hasta bonos de valores comerciales.
Mi socio y yo nos miramos. Sonreímos en sincronía.
–Vamos a justificar la inversión de la bicha esa, ¿cómo
se llama?
–La nueva Scancloner ZXC-7000. –lee mi socio la
portada del manual de uso y aplicaciones.
Nos decidimos por una baja denominación que no se
sometiera a tantos controles y verificaciones como los billetes de cien
dólares. El de $20 resultaba ideal: era aceptado sin despertar
suspicacias en todas partes, bancos, aeropuertos, taxis, hoteles, tiendas,
casas de cambio; te daban vuelto y tenías acceso entonces a billetes auténticos
de menor cuantía a los que no valía el esfuerzo intentar su falsificación.
El billete “madre” fue el identificado con el serial Nº
F47325142C. Lo seleccionamos por presentar las mejores condiciones de
conservación. A pesar de haber sido
impreso originalmente en 1993, se mantenía nuevecito. Lo escaneamos, ampliamos,
analizamos y viviseccionamos hasta descubrir sus más íntimos secretos.
Detectamos, sin lugar a equivocaciones, la clase y gramaje del papel, el tipo y
formulación de las tintas, que tradujimos con exactitud a la guía universal de
colores pantone y sus equivalencias en cmyk. Lo construimos de nuevo, píxel por
píxel, cuidando la fiel reproducción de la trama. Una vez hecho imagen, a
imagen y semejanza del billete primigenio, lo convertimos y salvamos en jpg, en
tiff, lo solarizamos, lo picturizamos (yo no pude evitar recrearme una serie a
lo Andy Warhol, maquillando con colorines el rostro del adusto y antipático
presidente Jackson), lo sublimizamos, lo cromatizamos, lo deconstruimos, lo
desestructuramos, lo decoloramos, lo expusimos a rayos ultravioletas e
infrarrojos, lo llevamos a alto contraste, lo transmutamos, lo metamorfoseamos
en megabytes, le lavamos el cerebro y lo sometimos a los rigores del photoshop,
del freehand, del illustrator, en diversas versiones. Y realizamos infinitas
pruebas de impresión hasta lograr la apariencia, peso y textura imprescindibles
para hacer dudar a los expertos numismáticos.
CARA FRONTAL:
FEDERAL RESERVE NOTE
THE UNITED
STATES OF AMERICA
THIS NOTE IS LEGAL TENDER
FOR ALL DEBTS, PUBLIC AND PRIVATE
F47325142C
WASHINGTON DC
(Iconografía del Presidente Jackson)
–SELLO–
FEDERAL
RESERVE BANK OF ATLANTA, GEORGIA.
DEPARTMENT OF
THE TREASURY – 1789.
(Firma Manuscrita)
TREASURER OF
THE UNITED STATES.
(Firma Manuscrita)
SECRETARY OF
THE TREASURY
SERIES 1993
TWENTY DOLLARS
CARA
POSTERIOR:
THE UNITED
STATES OF AMERICA
IN GOD WE
TRUST
(Iconografía de la Casa Blanca)
THE WHITE
HOUSE
TWENTY DOLLARS
Lo echamos a suerte y me tocó a mí introducir los $
fuera, después de viajar por media Venezuela, distribuyendo nuestro papel
moneda. En Porlamar, Barquisimeto, Mérida, Maturín, Falcón y Puerto La Cruz
circularon sin problemas. Caracas
tampoco opuso resistencia. Ahora yo pagaba mis consumos en Punta Cana,
alternando travellers checks y $20. De vuelta, para celebrar,
descorchamos un denso y oscuro ron dominicano. Contreras se carcajeaba entre
tragos. En sucesivos periplos, brindamos con rones jamaiquinos, costarricenses
y de algunos archipiélagos más o menos cercanos. Execramos el ron panameño.
Lamentamos el nicaragüense. Extrañamos
el gold de Las Bahamas. Producir cada twenty dollars bill nos cuesta $3,49.
Meterse en la boca del león fue idea de mi socio. Y quien
la propone, pues comete la audacia. Miami dijo welcome. También Nueva York,
Boston, Chicago, New Orleans, Las Vegas y, en un exceso de confianza, amparados
por una convención de la industria gráfica, les metimos por los ojos a los
gringos nuestros billetes verdinegros en la mismísima cuna del original
clonado: Atlanta. La ZXC-7000 se pagó sola. Cuidando no repetirlos,
llevamos un control estricto de los seriales: H78325146J / K91325172L /
M427325199N / P53225177Q / S683251421R / U63025145T / Z75525112W / Y00325140X /
B17325141A / D23325144C / J47625146H / L27325192K / T47325142C / M47325142W /
E47325142R / V67325188B / M23525142N / S02045142P / Q49662511C / G97325145A /
Saltamos el charco con Contreras. Se animó a tratar de
ver, con binoculares, una corrida de toros en Las Ventas de Madrid. Gritaba
“óle” como un endemoniado. Sangría, putas, paella, tablaos flamencos. Lo
típico. Además de museos el viejo y yo, mientras mi cómplice leía la prensa
desayunando tarde en la habitación del hotel. Catorce días paseando por Toledo,
Granada, Sevilla; Barcelona y de vuelta a casa.
Contreras se aficionó al jerez. Prefiere el Fino La Ina
al Tío Pepe. Nos asustó cuando propuso falsificar euros.
–Son más fáciles que los dólares. Tienen poco tiempo en
circulación y hay menos competencia. Como siempre, elegimos las denominaciones
más bajas. –Otra vez sonreía, niño travieso sin dientes, intentando
convencernos de expandir nuestro mercado.
–¿Sabes cómo te van a nombrar desde ahora, viejo?
–¿Euro Contreras?, porque así mismitico me bautizaron.
–No, mataor, te
van a llamar Clon-teras.
miércoles, 22 de enero de 2014
martes, 14 de enero de 2014
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