

A mí me suena como una excelente idea para cuando se nos pongan en huelga los del servicio recolector de basura con sus camiones ruidosísimos que pasean su insomnio en las madrugadas ca(ca)raqueñas (sic).
Aunque se me ocurre, quizás, algo mejor: asaltar los camiones de basura como si se tratara de los transportes blindados repletos de dinero.
Pero hay una imagen deliciosa y delirante que revuela dentro de mi cabeza: ejércitos de recogelatas haciendo cola ante el museo de arte contemporáneo, el museo de bellas artes, el museo jacobo borges y la galería de arte nacional, para vender –a precio de oro y diamantes, oh bendita alquimia escatológica– el contenido pestilente de sus bolsas repletas y rimbombantes.
¡ Gracias al espíritu helvético de Jean Tinguely por iluminarnos en cuanto al destino de nuestros desechos y desperdicios sólidos ! Y para los descreídos habituales que despotricaban (mal)diciendo que "el arte y la cultura son basura", les demostramos ahora el poder transformador de embasurARTE.
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