—HENRY DICE: Perdí a Diana por un diálogo de tres minutos (entre ciento veinte y ciento cincuenta palabras), pero me aprobaron la re-escritura y, dos semanas después, vi a los personajes, en mi televisión, destrozándolo con su mala dicción y su ausencia de formación actoral. Y es que no se puede esperar otra cosa cuando el casting del elenco se hace entre modelos publicitarios,
reinitas de belleza y físico-culturistas. Sería preferible reclutar excelentes actores, sin importar que sean feos, y operarlos.
Acortarles la nariz, ponerles pómulos, implantarles glúteos, aumentarles los senos, extraerles costillas y caderas, hacerles liposucción, teñirles el cabello y asfixiarlos de maquillaje. Así, por lo menos, valdría la pena la inversión de tiempo, esfuerzo y paciencia que conlleva la escritura. Así no desvirtuarían los parlamentos, pronunciando palabras de amor con caras de bobos y mirada perdida o, peor aún, sin expresión alguna en sus rostros robóticos y uniformados. Porque no hay forma de que estos
Kens y
Barbies aprendan o comprendan una simple idea y no hablemos ya de conceptos, intenciones, métodos o filosofías. Los feos le otorgaríamos una nueva dimensión humana y enriquecedora a la ficción, haciéndole saber a la gente común (como uno), que ellos son, no sólo los receptores del mensaje, sino los genuinos protagonistas del drama, el absurdo o la tragicomedia que es la vida.
VÍA: MALDITA WEB